Foodtruck. Madrid.

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Hay dos tipos de personas. Los que cuando ven «Crónicas carnívoras» piensan «¡qué horror!» y los que cuando ven «Crónicas Carnívoras» piensan «¡yo quiero!». Me ubico en el segundo grupo, en el grupo de los amantes de la comida terriblemente mala para la salud. Y esto es fatal para un atleta de élite como yo que cuenta los macronutrientes y las calorías.

Pero existen posibilidades de hackeo, claro. Del tipo «voy a tirarme de cabeza a la gordura, única comida por dos días» y cosas así. Siempre se pueden hacer trampas, sobretodo cuando corresponde a hamburguesacas. Yo me entiendo.

Teníamos ganas de Food Truck. Es de estas famas que corren y te torturan. Como cuando te dicen que hay un grupo de rock guapísimo que no has escuchado. Como cuando te dicen que la nueva peli de Tarantino lo parte. Como cuando te dicen que tal novela te va a cambiar la vida. Te corroe por dentro hasta que lo pruebas. Cuando hablamos de restaurantes, tabernas, tascas y toda la pesca, es un sinvivir. «¿Has probado esto?» «¿Has probado lo otro?» «¿Has ido aquí?» «¿Has ido allá?». Entonces que pasa, pues que QUIERES IR.

Sonaba el runrun de Food Truck en la cabeza como suena el llebeig en Levante, no se te va, te suena hasta cuando estás dormido. Así que había que ir. La hamburguesa es una clave gastronómica de nuestro tiempo. Es verdad que tiene su punto de moda importada y es verdad que a mí me gustaría que hubiese en Brooklyn sitios de callos a la madrileña con mesas de madera y Agapito Marazuela sonando en los altavoces. Pero mientras eso pase disfrutemos de la hamburguesa y no seamos puretas.

Food Truck, en la calle San Lucas, en Chueca. Una calle un poco escondida, al lado del «Huerto de Lucas», otro sitio a reseñar, en otro momento. Está recién redecorado, según cuentan. Inspiración yanki pero no copia de un diner. Un toque entre industrial y vintage, un poquito de todo.

Llegamos pronto y con una caña en el estómago. Mala decisión porque lo que viene va a ser de aupa. Y venimos a jugar duro. Nos emociona que tengan Brooklyn Lager de barril como cerveza de la casa, eso para empezar. La cerveza merece respeto. No sólo en hamburgueserías, pero es un buen sitio para empezar.

Mientras esperamos vemos las hamburguesas de la gente que ya hay en el local. Parejitas con chica mona abrumada por el tamaño de su ración. Me pregunto «¿qué hará La Reina ante esto?».

Nos lanzamos a pedir. Comenzamos por el Food Truck combo, una selección de entrantes que es de lo más guarripetoso que puede comer un ser humano. Esto es, delicioso. Jalapeños, alitas, fingers de mozzarella, aros de cebolla y corndogs. Lo de los corndogs es un concepto nuevo y es esa elevación al infinito de la fritanga americana. Hago un inciso para mencionar que en 2008 estuve en la feria estatal de Texas, en Dallas, y hacían concursos de fritanga. Tomaban cosas del tipo pepinillos fritos, oreo fritas, helados fritos, hamburguesas fritas… puede ser inspirador para Foodtruck. El corndog, a lo que iba, es una salchicha rebozada con maíz y frita. Todo con salsa barbacoa.

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Para beber, cerveza de calidad. Están en Foodtruck esforzándose por tener carta de cerveza competente. En carta tienen algunas, pero tienen más fuera. Conviene preguntar y pedir asesoramiento. Con los entrantes tomé Anderson Valley Boont, una amber ale que va fetén con las cosas a la barbacoa. Por seguir en la línea americana, Sierra Nevada Pale Ale después. Flying Dog Pale Ale y Brooklyn Lager fueron las de La Reina.

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Segundos platos. Primero a lo mío, que me ocupó toda la atención. Anticipo que fue impactante y delicioso. Costi Burger, 250 gr de ternera, 250 gr de costilla deshuesada. Con salsa barbacoa y pepinillos. Patatas fritas caseras impresionantes. Una delicia. Una delicia. Un summum carnívoro. Una señal de que hay un Ser Superior que tal vez nos ame y esté por encima de todo en el tema de la creación. No se. Una cosa apoteósica. Una cosa que no puede abarcar una persona, que te desencaja la mandíbula al tercer bocado. Hago nuevo inciso para decir que tienen barbaridades del tipo hamburguesa de 1kg y de 2kg. En fin. Este tema de las costillas con hamburguesa es simplemente maravilloso.

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La Reina pidió un Po Boy Shrimp, un bocadillo de gambas rebozadas. A mi juicio cometió una equivocación porque si estás a hamburguesas estás a hamburguesas. Pero es de probar y salirse por peteneras. Era producto fuera de carta en modo testeo. A mí me gustó, conste, estaba «bien», pero si lo comparaba con la hamburguesa de brontosaurio que yo me estaba zampando…

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Llegamos a los postres totalmente derrotados. Yo sólo estuve tan mal en una manifestación en la época del 15M en la que un antidisturbios me arreó un gomazo en el hombro, en la Calle Ferraz. Desde ese día no había estado tan derrotado, en serio. Me dolió hasta el hombro en el sitio del gomazo de la UIP. En serio eh. Iba yo tan motivado que quería que comiésemos dos postres. Pero es que en frente tenía un panorama desolador. En frente tenía a la adorable y dulce Reina de La Guindalera, a la dueña de mi corazón, en modo ausente, como fuera de sí. Confesaba ella que ya en los entrantes se había ido a otra dimensión mental desconocida. Dijeron tartas varias, pero cuando yo sólo puedo tomar una tarta pruebo la tarta de queso. La tarta de queso es una especie de medida de todas las cosas. A no ser que me digas que la especialidad es otra, si sólo puedo tomar una , tomaré la tarta de queso. Pero ojo, porque nos hablaron de una tarta de oreo con nocilla que me hizo pensar en comerme dos postres ¡yo sólo! No pude, lo confieso avergonzado. No pude. Perdonadme.

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Foodtruck me parece un descubrimiento apoteósico, de esos que uno tiene que guardar para siempre en la memoria. Ir con frecuencia puede desembocar en un aumento de peso considerable, pero de vez en cuando darse un chute de estos yo creo que es hasta sano. Así que hay que ir. ¡Hay que ir, señores!. ¡Comer, beber y reventar! ¡Ya dormiréis cuando estéis muertos!

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