Los Calamares. La Guindalera

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Los Calamares. Especialidad: pollos asados. No estamos hablando de cualquier lugar. Estamos hablando de una institución de nuestra República. Si no existiese Los Calamares habría aumentado la tasa de divorcios del barrio, la desnutrición infantil y el sentido del humor colectivo. Sería una debacle. Los Calamares. El lugar donde se forman colas todos los domingos y días señalados. Porque Los Calamares, ante todo, resuelven. Y en Los Calamares no se comen Calamares. Se come Pollo Asado. Y yo no recomendaría pedir nada más que pollo asado.

Escribo con temor esta historieta. Porque he recibido anónimos escritos con letras recortadas del ABC y fotos de Tomás Roncero en los que me decían que si no escribía sobre Los Calamares pronto saldría en las noticias que La Polla Records era en realidad un grupo de playback, y que sus miembros eran los Bom Bom Chip y todos eran estudiantes sanos, del Opus, deportistas y muy españoles. Y destruirían mi juventud. Eso era lo suave, a partir de ahí ¡imaginen! Todo el mundo parándome por las calles «¿Para cuándo ‘Los Calamares?» y así. Que asedio, tú, peor que Chabelita Pantoja con los paparazzi. Uno hasta me dijo que me encerraría con Pdr Snchz en un ascensor durante un año si no escribía, esto me ha dado pánico.

Yo soy muy cumplido y bastante acongojado. Pero esto tocaba. Porque no me pliego a las invectivas, simplemente sigo método. Método de local por local, calle por calle y este es el que toca. Me entrego por mis fans.

Los Calamares, local de barra de zinc, que cuando cierra por descanso pone una imagen de archivo de Office de un tipo en una hamaca entre palmeras. Los Martes cierran por descanso. Barra de zinc alta, taburetes, camareros con retranca, amables y efectivos, con americana y camisa blanca en invierno, manga corta azul clarito en verano. Cañas y raciones de las de siempre. Y para comer, follo con fatatas. O follo a secas. Como el chiste. Qué malo, señor. Puf.

Casi tendría que hacer dos redacciones de la aventura última. La clásica y la innovadora. Empecemos por la innovadora, porque ha sido la que no ha funcionado. Los Calamares no es un sitio para comer ahí. O al menos yo no lo veo. Sí, se pueden pedir raciones en barra, pero no se, no acoge. Es más el «fast food del barrio». Es el «Señor Lobo» de cuando falta manduca en casa. «Que viene mi madre a comer » Pues a Los Calamares. «Que se me ha olvidado sacar el solomillo del congelador» Pues a Los Calamares. «Que me encuentro paralizado ante la maravillosa cantidad de ingredientes de mi cocina, abrumado por la variedad, por la calidad, tan, tan, pero tan contrito que soy incapaz de pensar una receta a la altura de los circunstancias y por eso, oh, sfortunato! considero más adecuado para la actual coyuntura adquirir alimento fuera de casa y no se a donde ir». Pues a Los Calamares. Co. Ño. Ya.

Es el «fast food del barrio» por mérito propio, así que allá he ido, hambriento. Ahora ando probando el crossfit porque no hago suficiente deporte en mi vida diaria y después del WOD de los pelendengues DEVORO. Así que cuando se acerca la hora de almorzar, evitando comerme a los niños que pasean por nuestra estrechas callejuelas o lamer el yeso de las paredes, acudo. E innovo. Porque veo en un DINA4 horizontal una oferta de la semana «tortilla de patatas + croquetas o ensaladilla rusa o pimiento verde o empanada, 10.20€». Y digo «caramba, voy». Y voy. Pido la tortilla y pido consejo al camarero, que es un señor con gafas que lleva ahí mil años, que es callado, que cuando habla lo hace con humor y que parece buena gente. Me aconseja la empanada y me dice «sale muy bien». Confiado, confío. Meten todo en una bolsa (estoy contando la historia en fragmentos que no pasan consecutivamente, un poco como Tarantino, adelantando y atrasando a mi antojo, esto es, no linealmente, lo cuál fue revolucionario en la narrativa en algún momento y ahora ya está muy visto) y me la entregan. Cuando llego a mi casa, hambriento, esperando a La Reina, veo que la empanada es comprada fuera, EMPANADAS ZABALA, y me cachis en Ros. ¿Por qué? ¿Qué necesidad había de esto? Sobretodo ¿que necesidad había de decirme que esto era lo mejor? Ojo, que podría ser comprada fuera y ser excelente. Pero no lo era. Era la clásica empanada del super low cost de la vuelta de la esquina. La empanada de atún del DIA, para que nos entiendan los que no captan así al vuelo estas referencias pop. O sea, una merdé. Y la tortilla, que es muy solicitada por mis vecinos, era peor que mejor. No mala, no, pero un poco plomiza, más grasienta de lo que cabría esperar.

Lo que viene a decir esto no es que Los Calamares sea un mal sitio. No. Porque no lo es. Lo que viene a decir esto es que Los Calamares es un lugar en el que hay que pedir simple y llanamente POLLO ASADO. Sin complicaciones. Constato este hecho. Háganme caso. Veramente. 

Volvamos atrás, rebobinemos. Olvidemos que he sacado de la bolsa la empanada envuelta en plástico y la tortilla, vayamos a ese momento en el que un caballero con tupé , barba colonial y look casual al estilo West Ham United (usease, el menda) atraviesa las puertas de esta institución Guindalera. Y que antes de aventurarse por terrenos ignotos, se gira a su izquierda, al (música de suspense) mostrador de los pollos. Donde está el camarero que a posteriori nos recomendará la empanada, pero que como estamos en el pasado todavía no lo ha hecho. El mostrador de los pollos. El camarero de los pollos. Este señor con gafas que lleva ahí mil años, que es callado, que cuando habla lo hace con humor y que parece buena gente es un crack del servicio de entrega de pollo asado. A su espalda tiene decenas de pollos esperando a pasar por el asador. Y a su izquierda (nuestra derecha, según le miramos) tiene un asador de pollos con una docena de pollos girando alegremente. Y un trinchador como única arma que maneja con destreza. No me gustaría encontrarme en un callejón oscuro con este buen hombre con su trinchador pidiéndome la cartera. Sí me gustaría que este buen hombre fuese un super héroe que entrase en el Congreso de los Diputados con su trinchador e hiciese el bien. Es El Zorro del trinchador. Si acuden, disfruten de su destreza cogiendo el pollo del asador con su trinchador. Un movimiento ejecutado con rapidez. No se lo pierdan. No pestañeen. Si pestañean tendrán una bolsa con un pollo asado en su mano y no habrán visto nada pero algo en su cerebro les dirá «¿Qué ha pasado?» porque el ojo humano coge toda la información aunque no se preste atención. Pero no es lo mismo almacenar esto en las neuronas que verlo disfrutando. Pídanle un pollo, cuatro, catorce, cuarenta, cuatrocientos. El señor, sin pestañear, con su aparente pachorra, hará «tras, tras, tras, tras» y de repente estarán todos los pollos. A mí me admira. Meterá la salsa en un botecito. Y dirá «parto el pollo». No preguntará. Lo dejará con el corte marcado. Para que luego uno en casa lo ponga en una fuente de barro y diga «No, de verdad, TRINCHO YO» y quede como el «Capo Trinchatore» ante esos invitados que vienen desde la cercana España. Porque el pollo de «Los Calamares» es un pollo asado que supera a la mayoría de pollos asados del barrio y de Madrid. No he probado los célebres internacionalmente pollos asados de Ivanrey, pero he probado estos y de otros asadores y me quedo con estos. Tal vez los de la plaza del autobús de Dénia, no se. A pedir con pimiento asado o con patatas. Optamos por los pimientos. 10.80€ pollo entero con seis pimientos verdes seis asados.

Entonces cogí la bolsa del pollo en mi mano izquierda, pregunté por la oferta de las tortillas, me aconsejaron la empanada. Esperé en la barra, me metieron todo en una bolsa de forma que no vi que la empanada era comprada y no artesanal (pimientos, tortilla, empanada), subí a mi casa, preparé la mesa de la terraza, vi que la empanada no era lo que esperaba, comí un trozo, vi que no sabía como esperaba, que era un Jackson Martínez de las empanadas. Probé la tortilla, psa. Esperé a La Reina. Sonaba de fondo «The Ventures» (Walk don’t run). Hice una ensalada para tomar algo verde más allá del pimiento (cosa simple, espinaca fresca, albahaca, tomate raf, aceite de oliva virgen extra, vinagre de Jerez). Llegó La Reina. Comimos en la terraza. Me enchufé medio pollo en el cuerpo y dije «Señor, ¿para qué se complican en este sitio con cosas que NO son pollo?» Porque el pollo de «Los Calamares» lo parte y le debemos mucho en esta vida.

De postre, helado de «arrop i tallaetes» hecho por La Reina in person. Porque es una Reina que no se la merece nuestro pueblo y a la que hay que poner una estatua de oro en la plaza María Pignatelli, que es una plaza muy sosa y sería mejor con una estatua bien re-hortera, rollo norcoreano.

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Acabé la reseña. Sonaba en el tocadiscos The Skunks (Earthquake shake). Fin

(Recuerden, por su vida: NADA de aventuras. Pollo Asado con pimientos o patatas. Sin más. Toda la gracia salió por 21€, pero por 11€ comen dos. Nos ha sobrado de todo, tiene La Reina para la tartera todos los días de la semana) (Tienen «Los Calamares» en la Calle Francisco Silvela, 50)

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Una respuesta a “Los Calamares. La Guindalera

  1. A destacar las alitas de pollo. Exquisitas. Amputadas a los cientos de pollos asados que venden en días de fiesta. Fíjate que vienen sin ellas asados. Bandejita de alitas para llevar, gloria. Y las gambas con gabardina.

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