Kitchen 154. Madrid.

¿Qué os pensáis, que yo no tengo sentimientos como el resto de la humanidad? Ya, ya, se lo que creéis. Decís «mirad este tipo, es más duro que el acero, de tugurio en tugurio de La Guindalera, cuando murió Marcial en Médico de Familia no derramó ni una lágrima». Pero tras esta armadura hay un corazoncito que sufre. Al igual que vosotros, me emociono con el cantar de los gorriones por la mañana y el olor de las orquideas. Y leo sobre sitios de Madrid que visitáis, sitios que se ponen de moda, mientras yo recorro con disciplina espartana los rincones de mi país. Pero tengo curiosidad sobre las cosas que suceden en la vecina España, caramba. Pensad que tenemos frontera con España al Norte, al Sur, al Este y al Oeste. ¿Qué hay fuera?

El caso es que ayer fuimos al Kitchen 154. Así. A lo loco. Pasaron muchas cosas dignas de mención. Salió el Brexit, el Ministro del Interior mandó a la policía a pedir unas grabaciones a un periódico sin orden judicial, me crucé con Pablo Sebastián (el pianista de Parada) mientras caminaba por la calle. Muchas cosas.

Nos juntamos un grupete chipén, muy digno de mención. Lord Monger con su camisa hawaiana y gafas de sol amarillas. La familia compuesta por el Señor Botas, Mágica Susi y Luna la Pintora. Fer el Heavy, al que le pusimos los dientes largos narrando nuestros planes. La Reina de La Guindalera, que es una persona de autoridad regia y dulzura sin igual. Y un servidor de ustedes. Fuimos al Kitchen 154 porque también tiene uno que seguir de vez en cuando las tendencias que predominan en el mundo de lo foodie. Aunque vaya de duro y aunque tenga una misión superior. «Lo foodie» tiene sus cosas, de repente se habla de un sitio y todo quisque va en peregrinación. Y de repente es trending topic de lo gastronómico en la Villa y Corte de Madrid, que como ya sabrán ustedes es esa ciudad que rodea La Guindalera por todas partes.

Tomamos una en Labirratorium y de ahí tiramos al cercano Mercado de Vallehermoso, que no me canso de elogiar, siendo esta la tercera visita. No hace falta que me extienda mucho más, mercado transformado progresivamente y sin hipsterismos en interesante espacio de puestos gastronómicos. Sin decoración especial, sin diseño de interiores, el mercado, en crudo, con sus pasillos y sus aseos de película de Eloy de la Iglesia. Urinarios donde meterse un chute de jaco mientras el fluorescente parpadea inquietantemente. Ese plan.

Kitchen 154 es de los sitios más en boca de la comunidad de los comedores masivos de las redes sociales. Ahí está, en la esquina, frente al «Güey» y junto al «Washoku». Seis mesas en medio del pasillo, una pizarra con los platos y el gentío . En el cercano Drakkar nos abastecimos de cervezas e hidromiel. Es interesante señalar, antes de entrar en materia, que el Kitchen 154 tiene alguna cerveza maja, pero lo más majo que tiene, en tema bebidas,  es que el cercano Drakkar tiene muchas más cervezas que pueden consumirse en el Kitchen 154. Por lo que quien no hace maridaje cervecero en condiciones no merece ser persona.

Ocupamos el pasillo y charlamos un rato de lo divino, lo humano y los deportes de contacto. En el Kitchen 154 viven sin prisa y sin tensiones y es bueno que esto se sepa porque hay gente que no está preparada. Hay gente que le gusta sentarse, ser servido e ir rápido. Gente que no tolera un ambiente relajado. Gente amarga, gente que es casta en esencia, por decirlo de alguna manera. Avisados quedan, sin prisa se va mejor a este lugar.

¿Y qué hicimos? Pues queríamos probar mucho , así que nos pusimos en manos de las gentes del establecimiento. Hay establecimientos donde te pones en manos de los que atienden y estos o no saben que recomendarte o no arriesgan. Y establecimientos donde les gusta jugar. Aquí les gusta jugar, así que es un punto. Fuimos pidiendo cosas y adelanto ya que acabamos tomando practicamente toda la carta.

Empieza la fiesta con los dumplings de butifarra y no se cuantas cosas más. Unos dumplings para tomar con cuchara y llenarlo bien de la salsita que está para mojar pan. Monwi Monger de hecho anhelaba pan, soñaba con mojar pan en todas las salsas. Unos dumplings de estos con butifarra es de lo más genial que se le ha ocurrido al ser humano desde la rueda y el programa de «Mentiras Arriesgadas» de Canal 7.

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Tras los dumplings vinieron unos tacos de cochinita pibil. Que no dejan de ser tacos de cochinita pibil, pero que cuando están bien hechos ¿qué más da que sean lo mismo? Yo no me canso de ver al Atleti por más que lo vea cada quince días. Las cosas buenas de la vida tienen esto. Nos sacaron una salsa Habanero para acompañar, pero luego nos enteramos de que tenían salsas todavía más fuertes. Dejenme alardear que La Reina es una de las personas con mayor tolerancia al picante y habría sido bueno verla hacer algo agresivo. Agresivo más allá de los tormentos a los que me somete por no limpiar la tabla de cortar en la cocina.

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Ibamos disfrutando cada plato, todo sea dicho. En este espacio desordenado que ya se iba llenando de gentes, con la simpática camarera moviéndose entre las mesas con soltura y salero. Continuamos con lubina. Lubina que se deshacía como el Reino Unido, con piña y arroz. Una lubina requetesabrosa que nos sorprendió muy gratamente.AUR_0276

Ahí ya estábamos en plena gozadera. Ya saben, Miami me lo confirmó, Puerto Rico me lo regaló, Dominicana ya repicó y el kimchi apareció. En la mesa, costillas coreanas. Costillas también de una textura…¡ay, las texturas! Las texturas de este sitio son la pera, como ser presidente del gobierno. Lo cocinan todo tan lentamente , con tanta paciencia, que luego es que todo es pura delicatesse. Es muy pornográfica la comida de este sitio, es pura braga mojada, está a puntito. Ya me siguen. Y el kimchi, un viejo amigo. Durante un mes de mi vida lo comí todos los días.AUR_0290

 

Podíamos parar o seguir y quisimos seguir. Porque vino el curry con gambón. Todo en la buena senda. Un curry rojo con su puntito picante, con ese gambón de moda, tomates, calabacín. Una delicia. El picante en este sitio está al nivel mínimo permitido, es una senda que merece ser más explorada. Todos los platos tienen su puntito (salvo la lubina). Este curry era para disfrutarlo como enanos, era para beber la leche de coco a manos llenas.AUR_0300

De nuevo, ¿seguir o no seguir? Seguir. Seguir con el vindaloo, otro curry. Carrillera de cerdo genial, carrillera de cerdo que estaba esperándonos. ¿Cómo ibamos a decirle que no? Si acaso a ese vindaloo le abríamos pedido más picante, como colofón. Pero bien, todo bien, todo una maravilla. A esas alturas ya estábamos con unas De Molen Hammer & Sikkel compradas al lado y brindando por la amistad y la gordura. Porque no hay nada mejor que juntarse con buena gente en torno a una mesa. Ese debería ser el gobierno mundial. Si todos nos preocupásemos de esto, no habría que preocuparse de más.AUR_0317

Nos quedaban sólo las alitas de pollo y ya en nuestra mesa había bajas. Por lo que pasamos al postre, brownie con crema de chocolate blanco y mermelada. La crema de chocolate blanco, con unos cuantos granos de sal, era sencillamente flipante.

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Y con esto terminó la cosa. El Mercado de Vallehermoso se está convirtiendo sin duda en un espacio top para cualquier amante de la ingesta de alimentos lúdica. Esto es, para nosotros. Y este Kitchen 154 es un lugar fresco, ágil, tiene su ritmo propio pero vale la pena. Comida de aquí y de allá, esa mezcla de todo un poco, coreano y mexicano, chino y tailandés, caribeño e indio, para ti la rima. Les deseo éxitos, permanencia y que sigan así. Salimos en torno a los 30€ por cabeza, teniendo en cuenta que hicimos bastante consumo de cervezas artesanales es un precio que podríamos definir sencillamente como la hostia.

(y, como cada vez que hablamos del Mercado de Vallehermoso, insisto. Quieren revitalizar el Mercado de La Guindalera, en vez de hacer el comeflores, visiten este mercado . A lo mejor tienen alguna idea buena algún día)

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